Antonio Agri, Oscar López Ruíz, Astor Piazzolla, Kicho Díaz, Jaime Gosis
La composición del tema Verano Porteño corresponde al período del autor que se inicia a la vuelta de su excursión a Estados Unidos donde había experimentado posibles fusiones de jazz-tango. Hacia inicios de los años sesenta, constituye el Quinteto Nuevo Tiempo, una agrupación orquestal integrada, inicialmente, por Astor Piazzolla en el bandoneón; Jaime Gosis, en piano; Simón Bajour, violín; Kicho Díaz, contrabajo y Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, la cual le permitiría ir definiendo su estilo musical y avanzar en la renovación del tango.
A este período, sostenido por esa formación de quinteto, se deben gran parte de las obras inspiradas que le darán entidad a su pensamiento musical. La que se conoce como la serie del Ángel: Introducción al Ángel; Milonga del Ángel; Muerte del Ángel y Resurrección del Ángel. Como también la serie del Diablo: Tango Diablo; Vayamos al Diablo y el Romance del Diablo. También sus creaciones de Fracanapa, Revirado, Buenos Aires Hora Cero, Decarísimo (en homenaje a Julio de Caro); Michelángelo ’70 (dedicado a la sala musical de San Telmo) y Fugata (basada en la obra de Bach).
También forman parte de esa etapa Las
Estaciones piazzollanas: Verano Porteño, Otoño Porteño (1969), Invierno Porteño y la Primavera Porteña (1970), las cuales no
fueron concebidas de manera simultánea sino en diferentes momentos de labor
creadora. Rememora Le quattro stagioni
título de un libro con cuatro conciertos para violín y orquesta de Antonio
Vivaldi, compositor italiano del siglo XVIII que lo dedicó a la primavera, el
verano, el otoño y el invierno. Cabe reparar en la similitud de los títulos y en
parte al reflejo que las obras evocan, a través de recurrir a elementos del
lenguaje musical para expresar distintos aspectos de las estaciones del año.
En Las Estaciones, Piazzolla, pasa de una marcada excitación con
partes de carácter virtuoso a momentos de quietud y calma. Piazzolla busca plasmar el latir ciudadano, sobre todo el porteño; utilizando el tango, del que emerge la parte bohemia de Buenos Aires, el tango nuevo, la expresión del alma
porteña. En el Verano Porteño aparece la pasión, ese calor que todo lo
puede y del que se hace difícil desprenderse. Cuando el calor toma el cuerpo,
pareciera que también se templa la temperatura del amor. Lo que se desprende
del pavimento, el viajar, caminar, respirar por las calles de Buenos Aires a la
siesta con ese calor húmedo terrible, la lentitud de la ciudad hasta que con la
caída del sol pareciera ir recuperando su normalidad ciudadana. La noche,
muchas veces, es un oasis ante el agobio del día. Buenos Aires pareciera querer
recuperar una normalidad por su alterada vida de una ciudad y sus millones de
habitantes llevados a extremos de tolerancia.
La primera grabación de Verano Porteño es de 1965, registrada en el larga duración 27142 de Polydor. Llevó como título Melenita de Oro y lo integraban: Verano porteño; Al compás de los tamangos; C’est l’amour y Tres sargentos, todos de la autoría de Astor Piazzolla interpretados por el quinteto con el autor en bandoneón; Osvaldo Manzi, piano; Antonio Agri, violín; Oscar López Ruíz, guitarra y Kicho Díaz en contrabajo.
Recién en 1969 llevó al disco las cuatro estaciones en
versión completa en el long play “Piazzolla en el Regina” (RCA Víctor AVLS
3924), con el mismo quinteto salvo el caso de Cacho Tirao, en guitarra, que
había reemplazado a López Ruíz. Los temas que lo integraban fueron Verano porteño, Otoño porteño, Invierno
porteño, Primavera porteña, Buenos
Aires, hora cero, Retrato de Alfredo
Gobbi, Revolucionario y Kicho,
también todos temas de Piazzolla.
Oscar López Ruíz, guitarrista durante muchos años de Astor, en Piazzolla loco loco
loco (Ediciones de la Urraca, 1994) relató las circunstancias donde cobró vida Verano Porteño. Sigamos al músico en su
testimonio:
“Durante el viaje
de retorno de Brasil, en determinado momento, muy poco antes de arribar a
Buenos Aires, Astor, quien venía sentado junto a mí, golpeando su frente con la
palma de la mano, exclamó:
- Flaco, ¡la puta madre!, con todo este
despelote de Brasil me olvidé por completo que mañana tenemos que grabar la
música de Melenita de oro.
Lo miré con
sorpresa, ya que Astor era un profesional impresionante que jamás faltó a un
compromiso adquirido. Pero, además, porque no entendía qué tenía de dramático
su olvido, por lo cual le dije:
- ¿Y cuál es el drama? Mañana vamos, lo
grabamos y listo el pollo
Astor me miró, se
sonrió, y con su cara angelical me dijo:
- El único problema es que tenemos que
grabar a las nueve de la mañana y yo no escribí una sola nota
Más sorprendido
aún, le dije:
- Y bueno, pasemos la grabación para la
semana que bien y problema solucionado
Ante lo cual Astor
me dijo:
- ¡De ninguna manera! Mañana a la mañana
grabamos. Me comprometí con Alberto (Rodríguez Muñoz, el productor de la obra)
y no puedo fallarle
Y hoy integrante, el tema, de los mejores repertorios de artistas y orquestas del mundo.