sábado, 20 de diciembre de 2014

El Verano Porteño, según Piazzolla

                                          Antonio Agri, Oscar López Ruíz, Astor Piazzolla, Kicho Díaz, Jaime Gosis

La composición del tema Verano Porteño corresponde al período del autor que se inicia a la vuelta de su excursión a Estados Unidos donde había experimentado posibles fusiones de jazz-tango. Hacia inicios de los años sesenta, constituye el Quinteto Nuevo Tiempo, una agrupación orquestal integrada, inicialmente, por Astor Piazzolla en el bandoneón; Jaime Gosis, en piano; Simón Bajour, violín; Kicho Díaz, contrabajo y Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, la cual le permitiría ir definiendo su estilo musical y avanzar en la renovación del tango. 

A este período, sostenido por esa formación de quinteto, se deben gran parte de las obras inspiradas que le darán entidad a su pensamiento musical. La que se conoce como la serie del Ángel: Introducción al Ángel; Milonga del Ángel; Muerte del Ángel y Resurrección del Ángel. Como también la serie del Diablo: Tango Diablo; Vayamos al Diablo y el Romance del Diablo. También sus creaciones de Fracanapa, Revirado, Buenos Aires Hora Cero, Decarísimo (en homenaje a Julio de Caro); Michelángelo ’70 (dedicado a la sala musical de San Telmo) y Fugata (basada en la obra de Bach).


También forman parte de esa etapa Las Estaciones piazzollanas: Verano Porteño, Otoño Porteño (1969), Invierno Porteño y la Primavera Porteña (1970), las cuales no fueron concebidas de manera simultánea sino en diferentes momentos de labor creadora. Rememora Le quattro stagioni título de un libro con cuatro conciertos para violín y orquesta de Antonio Vivaldi, compositor italiano del siglo XVIII que lo dedicó a la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Cabe reparar en la similitud de los títulos y en parte al reflejo que las obras evocan, a través de recurrir a elementos del lenguaje musical para expresar distintos aspectos de las estaciones del año.

En Las Estaciones, Piazzolla, pasa de una marcada excitación con partes de carácter virtuoso a momentos de quietud y calma. Piazzolla busca plasmar el latir ciudadano, sobre todo el porteño; utilizando el tango, del que emerge la parte bohemia de Buenos Aires, el tango nuevo, la expresión del alma porteña. En el Verano Porteño aparece la pasión, ese calor que todo lo puede y del que se hace difícil desprenderse. Cuando el calor toma el cuerpo, pareciera que también se templa la temperatura del amor. Lo que se desprende del pavimento, el viajar, caminar, respirar por las calles de Buenos Aires a la siesta con ese calor húmedo terrible, la lentitud de la ciudad hasta que con la caída del sol pareciera ir recuperando su normalidad ciudadana. La noche, muchas veces, es un oasis ante el agobio del día. Buenos Aires pareciera querer recuperar una normalidad por su alterada vida de una ciudad y sus millones de habitantes llevados a extremos de tolerancia.

La primera grabación de Verano Porteño es de 1965, registrada en el larga duración 27142 de Polydor. Llevó como título Melenita de Oro y lo integraban: Verano porteño; Al compás de los tamangos; C’est l’amour Tres sargentos, todos de la autoría de Astor Piazzolla interpretados por el quinteto con el autor en bandoneón; Osvaldo Manzi, piano; Antonio Agri, violín; Oscar López Ruíz, guitarra y Kicho Díaz en contrabajo.


 Recién en 1969 llevó al disco las cuatro estaciones en versión completa en el long play “Piazzolla en el Regina” (RCA Víctor AVLS 3924), con el mismo quinteto salvo el caso de Cacho Tirao, en guitarra, que había reemplazado a López Ruíz. Los temas que lo integraban fueron Verano porteño, Otoño porteño, Invierno porteño, Primavera porteña, Buenos Aires, hora cero, Retrato de Alfredo Gobbi, Revolucionario y Kicho, también todos temas de Piazzolla.

Oscar López Ruíz, guitarrista durante muchos años de Astor, en Piazzolla loco loco loco (Ediciones de la Urraca, 1994) relató las  circunstancias donde cobró vida Verano Porteño. Sigamos al músico en su testimonio:

“Durante el viaje de retorno de Brasil, en determinado momento, muy poco antes de arribar a Buenos Aires, Astor, quien venía sentado junto a mí, golpeando su frente con la palma de la mano, exclamó:

- Flaco, ¡la puta madre!, con todo este despelote de Brasil me olvidé por completo que mañana tenemos que grabar la música de Melenita de oro.

Lo miré con sorpresa, ya que Astor era un profesional impresionante que jamás faltó a un compromiso adquirido. Pero, además, porque no entendía qué tenía de dramático su olvido, por lo cual le dije:

- ¿Y cuál es el drama? Mañana vamos, lo grabamos y listo el pollo

Astor me miró, se sonrió, y con su cara angelical me dijo:

- El único problema es que tenemos que grabar a las nueve de la mañana y yo no escribí una sola nota

Más sorprendido aún, le dije:

- Y bueno, pasemos la grabación para la semana que bien y problema solucionado

Ante lo cual Astor me dijo:

- ¡De ninguna manera! Mañana a la mañana grabamos. Me comprometí con Alberto (Rodríguez Muñoz, el productor de la obra) y no puedo fallarle

Al día siguiente, efectivamente, grabamos los cuatro hermosos temas que había compuesto y arreglado en una sola noche, uno de los cuales es uno de los más bellos que él haya compuesto jamás: “Verano porteño”  

Y hoy integrante, el tema, de los mejores repertorios de artistas y orquestas del mundo.