miércoles, 4 de febrero de 2015

El estilo de Osvaldo Fresedo

Las orquestas típicas

Por Luis Adolfo Sierra (*)


Entre los primeros músicos del tango que se sintieron atraídos por la influencia del conservatorio, se contó un adolescente bandoneonista conocido por el pibe de La Paternal. Era Osvaldo Fresedo. Sensible siempre a toda forma de superación, supo evolucionar siguiendo el ritmo del tiempo. Ese es, acaso, el rasgo más saliente de la personalidad artística de Osvaldo Fresedo. Con ese elegante señorío musical, que invariablemente mantuvo a través de medio siglo de constante perfeccionamiento sonoro, fue incorporando a su conjunto –en sucesivas etapas de evolución- todos los recursos de la técnica orquestal, sin perder jamás la fisonomía de un estilo y de un sonido que le son inconfundiblemente propios. Desde sus comienzos, los más calificados instrumentistas se han sucedido en la integración de sus filas. Dentro de ese sello distintivo, una rara ductilidad para asimilar las diversas manifestaciones de las formas musicales evolucionadas, impone la consideración de la orquesta Osvaldo Fresedo en todos los momentos de la transformación musical del tango, ya que es necesario ubicarlo como protagonista cabal de cada una de las etapas de desarrollo del mismo.

En el primer conjunto que formara Osvaldo Fresedo, en 1918, con Julio De Caro, José María Rizzuti, Rafael Rinaldi y Hugo Baralis (padre), para actuar en el Casino Pigall, se advertía ya la calidad, se advertía ya la calidad musical y el equilibrio sonoro de su orqueta. Introdujo Fresedo efecto tan interesantes como los stacattos pianísimos y los crescendos ligados, en una constante gama de matices de muy variado colorido. Concedió también mayores motivos de lucimiento personal a los instrumentistas, incorporando los solos de piano de ocho compases, y permitiendo a los contracantos de violín (impropiamente denominados armonías) una mayor autonomía de expresión, a la vez que, renovaba sus muy personales fraseos de bandoneón en la mano izquierda. Todo dentro de un concepto orquestal de perfecto ajuste y refinado buen gusto.

A su regreso de Estados Unidos y luego de integrar el ya recordado Cuarteto de maestros, Osvaldo Fresedo reorganizó su orquesta. Y definió uno de los estilos más interesantes del tango, que a través de su casi medio siglo de actuación, conserva el mismo encanto y la misma lozanía que le confirieron el alto grado de consideración artística con que se lo admira y respeta.

Actuó Osvaldo Fresedo con su orquesta en el undécimo y último baile del internado, en el desaparecido Teatro Victoria. Compuso para aquella ocasión un tango que tituló precisamente El once, y que obtuvo una rápida y perdurable popularidad. Constituyó el gran éxito de la temporada de 1924 en el Abdulla Club, de la Galería Güemes y en el Club Mar del Plata, de la ciudad balnearia, donde actuaba la orquesta que Osvaldo Fresedo conducía desde su bandoneón, junto a Alberto Rodríguez (bandoneón), Manlio Francia, Adolfo Muzzi y José Koller (violines), José María Rizzutti (piano) y Humberto Costanzo (contrabajo)


(*) Nació el 23/01/1917 en París (Francia) y falleció el 7 de diciembre de 1997 en Buenos Aires. Fue abogado, músico, escritor y crítico de tango. El texto seleccionado corresponde a su obra: Tango e Historia de la orquesta típica.